La verdad sobre el nacimiento de JESÚS
Navidad
es una de las fiestas más celebradas, sin embargo, pocos conocen el motivo de la fecha. Sabemos que
celebra el nacimiento de Cristo, pero realmente, ¿nació Jesús un 25 de
diciembre? Veamos lo que la Biblia y la historia afirman.
Mateo
ubica el nacimiento de Jesús en los días del rey Herodes, llamado el Grande
(Mt. 2:1). Esto indica, como fecha tope del nacimiento de Jesús, la muerte de ese
monarca impío.
Pero
hay otro hecho importante, y es que cuando Herodes ordenó masacrar a los niños
varones de Belén y los alrededores, fijó una fecha con la cual se aseguraba la
muerte del Mesías «...dos años de edad para abajo...» (Mt. 2:16-18), lo
que indica que Jesús debió nacer uno o dos años antes de ese decreto.
Si a
eso le añadimos la huida y estancia de José y María en Egipto (Mt 2:13-15), y
el tiempo transcurrido hasta la muerte de Herodes, podemos asegurar que el
nacimiento se produjo entre 2 y 3 años antes de que muriera Herodes.
Herodes el Grande nació hacia el año 73
a.C. En el 40
a.C., viajó a Roma donde lo nombraron rey de Judea. El
historiador judío Flavio Josefo dice que: «recibió el reino, en la olimpiada
184...». La olimpiada 185 ocurrió en la segunda mitad del año 40 a.C., lo que sitúa el final
de la anterior, la 184, en el primer semestre de ese año, y, por ende, la fecha
de coronación de Herodes entre enero y junio del 40 a.C.
En
cuanto a la muerte de Herodes, Josefo nos informa que: «... murió al quinto día
de haber hecho matar a Antípater. Su reino duró... treinta y siete años».
Además, afirma que unos meses antes de su muerte hubo un eclipse lunar y un
poco más adelante, sitúa la muerte de Herodes, poco antes de la Pascua. Ahora bien,
contando con que Herodes reinó 37 años, se deduce que murió en el año 4 a.C., antes de la Pascua; es
decir, entre marzo y abril. Con ello concuerda la fecha de un eclipse lunar que
se produjo el 15 de septiembre del año 5 a.C. y que coincidía perfectamente con el
dato de Josefo.
Debemos
concluir que Herodes el Grande murió entre marzo y abril del año 4 a.C., y por tanto, Jesús
debió nacer entre los años 6 y 7 antes de esta era (con un mínimo de dos años y
un máximo de tres).
Por
otro lado, el evangelista Lucas nos dice que Jesús nació cuando un gobernador
romano llamado Cirenio celebraba un «primer censo» (Lc. 2:1-7). Si podemos
fijar la fecha posible de ese censo y del personaje, tendremos una aproximación
bastante cercana al año en que nació Jesús. Veamos en primer lugar quién era
Cirenio. Este nombre es la traducción griega del latín Quirino. El nombre
completo de este oficial romano era Publius Sulpicius Quirinius.
Hasta
hace poco, este pasaje era un escollo aparentemente insalvable en la cronología
bíblica. La razón: La frase de Lucas que decía que Cirenio era gobernador de
Siria (Lc. 2:2), ya que según los datos de los historiadores romanos Cirenio fue
procurador en Siria entre los años 6 y 9 d.C. Además, hubo tres procuradores
durante los años anteriores y posteriores al nacimiento de Jesús: SentiusSaturninus (9 a.C.-6 a.C.); Quintilius Varus (6 a.C.-4 a.C.), y Sulpicius Quirinius,
el Cirenio de Lucas (6 a.C.-
9 d.C.).
Algunos
historiadores concluyeron que Lucas cometió un error, quizás confundiendo a
«Quirinius» con «Quintilius», el nombre del procurador (Quintilius Varus), que
según todos los datos gobernaba Siria durante el nacimiento de Cristo.
Al
fin, un descubrimiento arqueológico le dio la razón a Lucas, pues se desenterró
una losa romana cuya inscripción decía que Cirenio sirvió dos veces en Siria.
La primera, como militar, cuando Varus era el procurador para asuntos civiles;
y la segunda, entre los años 6 y 9 d.C., como procurador. Además, el propio
Lucas nos da un dato revelador para este ajuste de fechas al indicarnos que el
de Cirenio fue su «primer censo» cuando era gobernador, ya que luego nos
hablará del segundo, cuando Cirenio fue procurador (Hch 5:37). La descripción
que Flavio Josefo nos da de Cirenio, al que llama Quirino, corrobora lo que
dijimos de este militar: «y Quirino, un senador... llegó a Siria... para
administrar justicia... y hacer el censo de los bienes...».
Todo
lo expuesto nos autoriza a afirmar que Jesús nació durante el censo de Judea
mientras Cirenio o Quirinius era gobernador militar; y que ese censo se realizó
bajo el procurador Varus, que gobernó entre los años 6 y 4 a.C. Mediante esos datos
puede fijarse, con certeza, el nacimiento de Jesús en el año 6 a.C.
Tenemos
un tercer punto para determinar el año del nacimiento de Jesús, en un texto del
Evangelio de Juan que dice: «Durante 46 años se construyó este templo, ¿y tú
lo levantarás en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo...» (Jn2:20-21). Herodes el Grande reconstruyó ciudades enteras y para ganarse a la
clase sacerdotal y al pueblo, decidió reconstruir el templo. La obra que empezó
en el año 19 a.C.
y terminó en el 62 d.C., requirió 81 años. Herodes no pudo verla concluida.
No
obstante, en el tiempo de Jesús, el templo era un modelo de arquitectura. Si a
esos 46 años de la construcción del templo, según Juan, les restamos el año en
que comenzó la obra, 19 a.C.,
tendremos que el episodio del templo y la expulsión de los mercaderes, debió
ocurrir en el 27 d.C.; es decir, el año de la muerte de Jesús, ya que aunque
Juan no indica cuándo se produce este acontecimiento, los tres sinópticos lo datan
poco antes de la entrada triunfal a Jerusalén (Mt 21:1-13; Mr ll:l-19; Lc19:28-48). Si el año del deceso de Jesús fue el 27 d.C., podremos -con una
simple operación matemática- reiterar que nació en el año 6 a.C. Entonces, ¿cómo es
posible que con esos datos el calendario cristiano esté equivocado en 6 años de
más?
El
error cronológico acerca del nacimiento de Cristo lo cometió un monje de origen
escita llamado Dionisio «el Exiguo». El papa Juan I (523-526 d.C.) le encargó
un cómputo de la fecha de la Pascua (conocido también como Canon Pascual), a
fin de fechar el nacimiento de Cristo. Dionisio «el Exiguo», tras realizar múltiples cálculos, indicó que la fecha correspondía al 25 de diciembre del año
753 de la fundación de Roma (a partir de la cual se estableció el calendario
romano), pero no hizo coincidir el primer año de la era cristiana con el 25 de
diciembre, sino que lo pasó al 1 de enero del año 754 de la fundación de Roma,
de manera que el año primero después de Cristo no es tampoco el del nacimiento
de Jesús, sino el siguiente al acontecimiento.
Hoy
sabemos que el monje, basado en el calendario juliano, se equivocó, y que la
fecha del nacimiento de Jesús debió fijarse entre los años 747 y 748 de la
fundación de Roma, que coincidían con los años 6 y 7 antes de Cristo, según el
cómputo actual. El gran problema se produjo cuando en el año 644 el calendario
de Dionisio el Exiguo se oficializó para la cristiandad.
Ahora,
después de descubrir que Jesús nació en el año 6 antes de esta era, dos hechos
demuestran que Jesús no nació en diciembre: el nacimiento de Juan el Bautista y
la anunciación a los pastores.
Primero: Según Lucas 1:26, María
concibió a Jesús en el sexto mes del embarazo de Elizabet. Por tanto, Juan el
Bautista era seis meses mayor que Jesús. Si descubrimos la fecha del nacimiento
del primero, conseguiremos la
de Jesús (Lc. 1:1-25).
• El
padre de Juan el Bautista, Zacarías, era sacerdote (v. 5), y pertenecía «a
la clase de Abías».
•
«Abías» era el octavo de los 24 turnos del sacerdocio (1 Cr 24:7-10)
•
Los turnos empezaban el 1
de Nisán, primer mes judío (1 Cr 27:2)
• Calendario Hebreo
Nisán oscila entre el 15 de marzo y el 13 de abril
•
Cada turno duraba una semana, según 2 Crónicas 23:8 y la cita de Flavio Josefo
en sus Antigüedades de los Judíos (XI, J:8)
• Si
al 15 de marzo le sumamos las ocho semanas del turno de Abías, llegamos al 11
de mayo o al 9 de junio (dependiendo de la fecha de la Pascua)
• Al
cumplir su turno, Zacarías volvió a su casa, y Elizabet quedó embarazada (Lc1:23-24)
• La
fecha del embarazo de Elizabet oscilaría entre el 11 de mayo y el 8 de
junio
• Si
María concibió cuando Elizabet estaba en el sexto mes de embarazo (Lc 1:26), la
primera debió concebir del Espíritu Santo entre el 11 de noviembre y el 8 de
diciembre de ese mismo año
• Si
a eso le sumamos los nueve meses de una gestación normal, tenemos que Juan el
Bautista nació entre el 11 de febrero y el 9 de marzo, y Jesús entre el 11 de
septiembre y el 9 de octubre.
Segundo: Si nos remitimos a los
pastores, que según Lucas, reunían los rebaños al aire libre durante la noche
(Lc 2:8), cuando se les aparecieron los ángeles para anunciarles el nacimiento
de Jesús. Henri Daniel-Rops, en el libro ‘La vida en los tiempos de
Jesús’, registra lo siguiente (cito): «Los rebaños pasaban la mayor parte del
año al aire libre; los sacaban la semana antes de la Pascua (marzo-abril), y no
regresaban hasta mediados de noviembre, al tiempo de las primeras lluvias de
Hesván (octubre-noviembre). Invernaban bajo cubierta; por lo que no es probable
que la fecha tradicional de la Navidad, en el invierno, sea correcta, dado que
el evangelio dice que los pastores estaban en los campos».
Por
otra parte, el clima de Israel indica que a partir de mediados de octubre, era
imposible que los rebaños estuvieran al aire libre. ¿Qué nos indica todo eso?
Que evidentemente Jesús no nació un 25 de diciembre de hace 2003 años.
Entonces, ¿a qué se debe la fecha del 25 de diciembre? Al rastrear esa fecha,
en la historia de la Iglesia primitiva, uno descubre que hasta el siglo IV no
se consideraba una celebración cristiana. Tertuliano e Ireneo, cuando
registraron las fiestas cristianas, no la incluyeron.
Por
otra parte, en 389 d.C., el emperador Valentiniano decretó festivos todos los
domingos y la Semana
Santa (Pascua), pero no mencionó el 25 de diciembre.
Tampoco
aparece en la lista de Teodosio (438 d.C), ni en la de Alarico (506 d.C),
pero sí está en el Código Justiniano (534 d.C). El primer dato que se registró
acerca del 25 de diciembre como Navidad, está en el Comentario sobre Daniel,
de Hipólito de Roma, y ese escrito -si no es una interpolación posterior, como
algunos creen-, pertenece al año 202. Sin embargo, fue en el pontificado del
papa Liberio (352-366 d.C.), que se reconoció por primera vez en Roma -y
después en todo el mundo cristiano-, como la fecha del nacimiento de Cristo,
aunque antes -en Egipto, Asia Menor y Antioquía-, la celebraban el 6 de enero.
Es significativo que fuera un romano el que incluyera el 25 de diciembre como
fecha del nacimiento de Jesús, porque ese era un día muy importante para los
romanos. Ellos celebraban el día
del «Sol Invicto», para clausurar la Saturnalia, entre el 17 y el 24 de
diciembre. Según parece, un predicador del siglo V hizo la comparación entre el
Sol Invicto y Cristo -que es el Sol de Justicia-, y a partir de ahí la
sustitución de la fiesta pagana por la cristiana fue solo cuestión de tiempo.
La
Saturnalia era una fiesta pagana, consagrada al dios Saturno, en la que comían
y bebían en exceso, y se hacían regalos. Esta situación, condenada por los
cristianos de la época, fue aprovechada por la Iglesia Católica
para sustituirla por la Navidad y convertir el día del Sol Invicto, en el del nacimiento de
Cristo, aunque este, como vimos, fue entre septiembre y octubre.
Saber que Jesús no
nació un 25 de diciembre, y que algunas costumbres navideñas son de origen
pagano, es suficiente para que algunos cristianos dejen de celebrar estas
fiestas o se opongan a ellas. Sin embargo, un evento tan importante como el
nacimiento de Jesús (Dios hecho carne), debe darse a conocer tanto como la
fecha de Su muerte o
el día
de
Pentecostés.
Es cierto que Jesús
no nació un 25 de diciembre y que toda la festividad actual gira en torno al
dios del derroche y el desenfreno, es propicio que cada cristiano genuino
aproveche la oportunidad para dar a conocer al verdadero Jesucristo, el de la
Biblia, no el de la tradición navideña pagana de hoy.
El nacimiento de Jesús fue profetizado desde que Adán y Eva pecaron
(Génesis 3:15), prometiendo que vendría alguien que como simiente de la mujer
heriría en la cabeza a la serpiente.
En Isaías 7:14-15 el profeta Isaías habla a Israel diciéndole que... «Por
tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a
luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel. Comerá mantequilla y miel, hasta que
sepa desechar lo malo y escoger lo bueno».
En Isaías 9:6, dice: «Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado,
y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero,
Dios fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz». Los evangelios narran el
anunciado nacimiento de Jesús.
El 25 de diciembre es el
día señalado en el calendario nuestro como el día del nacimiento de Cristo.
Pero... ¿Realmente nació Jesucristo en esa fecha? ¿Son las costumbres de ésta
temporada de origen cristiano, o son las navidades el resultado de otra mezcla
entre el paganismo y el cristianismo?
Cómo han de ver, el 25 de diciembre no es la fecha en que Cristo nació.
Es evidente que nuestro Salvador no nació durante el invierno, pues cuando Él
nació, los pastores velaban sus rebaños en el campo. «Había pastores en
aquella región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su
rebaño» (Lucas 2:8).
Como es sabido, los pastores en Palestina no hacen esto durante el
invierno. Siempre traen sus rebaños de las montañas a los rediles antes del 15
de octubre.
¿Dicen las Escrituras en que época del año nació Cristo? ¡Sí! Las
Escrituras indican que nació en el otoño. El ministerio de nuestro Señor en la
tierra duró tres años aproximadamente. Su muerte ocurrió al final en la Pascua
(Juan 18:39), lo cual era en la primavera.
Así que tres años aproximadamente antes del comienzo de su ministerio
terrenal, marcan el principio de su ministerio en el otoño. Ahora bien, al
comenzar Jesús su ministerio, tenía 30 años (Lucas 3:23). Esta era la edad
aceptable para que un sacerdote pudiera empezar su ministerio, según el Antiguo
Testamento. (Números 4:3).
De manera que como Cristo comenzó su ministerio a la edad de 30 años y
esto era en otoño, 30 años atrás marcaría su nacimiento en dicha estación del
año y no en el invierno. Aunque las Escrituras no indican la fecha exacta del
nacimiento de Jesús.
Hay medios para averiguar la fecha aproximada del nacimiento de Juan el
Bautista, hijo de Zacarías y Elizabet, y como Juan nació 6 meses antes de
Cristo, al comparar ambas fechas podemos darnos cuenta de la fecha aproximada
en que nació Jesús. Zacarías el padre de Juan, era sacerdote en el templo de
Jerusalén. En aquella época cada sacerdote tenía un tiempo definido del año en
que servía en el templo.
Había 24 divisiones o cursos de servicio durante el año. Los nombres de
estos cursos son dados en 1 Crónicas 24:7-19. De acuerdo con Josefo, escritor
judío, en su libro (Antigüedades de los Judíos, volumen 7, página 7,14), cada
uno de aquellos cursos duraba una semana, la primera semana comenzaba en el
primer mes, Nisán (Ester 3:7), al principio de la primavera.
Después de 6 meses, ese orden de cursos o divisiones era repetido para
que cada sacerdote pudiera servir dos veces al año durante una semana.
Entonces tres semanas del año todos los sacerdotes servían juntamente
durante el período de la Pascua, Pentecostés y la Fiesta de los Tabernáculos.
Con estos datos como fundamentos, notemos que curso o división era el que
Zacarías servía entonces.
Lucas 1:5-13, dice: «Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un
sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías... Aconteció que ejerciendo
Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, conforme a
la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso... Y se le
apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo:
Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará
a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan».
¿En qué época del año ejercía Zacarías la clase de Abías? De acuerdo con
1 Crónicas 24:10, la clase de Abías era la octava en orden. Es decir, la fecha
era entre Iyar 27 y Siván 5 o sea, del 1 al 8 de junio. Después de su servicio
semanal en el templo, Zacarías fue obligado a permanecer otra semana porque a
la siguiente era Pentecostés.
Pero tan pronto como cumplió su ministerio, regresó a su casa en los
montes de Judea, aproximadamente a 50 kilómetros al sur
de Jerusalén, y su esposa concibió (Lucas 1:23, 24), esto fue aproximadamente a
mediados de junio, al añadir 9 meses a esto, llegamos a una fecha aproximada del
nacimiento de Juan.
De acuerdo con esto, Juan nació al principio de la primavera en marzo.
Puesto que Jesús era 6 meses menor que Juan (Lucas 1:26-36) simplemente
añadimos este tiempo a la fecha en que Juan nació a mediados de septiembre.
Como podemos ver, nuestro Señor nació en el otoño y no el 25 de diciembre.
Otra prueba de esta conclusión la tenemos en el hecho de que cuando
Jesús nació, José y María habían ido a Belén a empadronarse (Lucas 2:1-50). No
hay registros que indiquen que este período fuese en invierno, ni motivo alguno
para creer como hemos leído muchas veces en comentarios sobre navidad, que el
empadronamiento había causado la aglomeración de extranjeros que no permitió a
José y María encontrar lugar en el mesón.
No hay ninguna razón para creer que fuesen tantos los judíos originarios
de Belén radicados en estas poblaciones pues todos los judíos se hallaban
unidos a las tierras de sus antepasados. José tuvo que hacerlo por causa de la
persecución de Herodes contra el niño Jesús.
¿Qué causaría, pues, la aglomeración? Lo más probable es que fuera la
fiesta anual de otoño a la
que José y María solían concurrir como buenos judíos y aunque
esta vez tenían razón para abstenerse, dado el estado de María, no pudieron
hacerlo por coincidir con el edicto del empadronamiento.
Jerusalén era normalmente una población de 120.000 habitantes, pero
según Josefo, durante las fiestas algunas veces se reunían hasta dos millones
de judíos. Con tan grandes multitudes la gente que venía a las fiestas, no solamente
se llenaba Jerusalén, sino que también la aldea de Belén, situada a sólo 8 Km. al sur.
Esto era al final de la
siembra. Todo esto y la evidencia dada anteriormente, indican
que el nacimiento de Cristo fue en el otoño y no el 25 de diciembre. Si Cristo
no nació en diciembre. ¿Cómo llegó este día a ser parte del calendario de la
iglesia? La historia nos da la respuesta.
En vez de ser este día el nacimiento de nuestro Salvador, éste era el día en que los paganos,
durante muchos siglos, celebraron el nacimiento de su dios solar.
Un estudio de esto demostrará cuanto se rebajaron los líderes de la
iglesia apóstata en sus esfuerzos por unir el paganismo con el cristianismo
hasta el punto de poner el nacimiento de Cristo en una fecha que armonizara con
la celebración pagana del nacimiento del dios sol.
Fue en el año 354 d.C. que la Iglesia Católica Romana
en su afán de cristianizar el paganismo ordeno que el 25 de diciembre fuera
oficialmente reconocido como el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, el día de la antigua fiesta
romana del solsticio de invierno. La época invernal era cuando todos los dioses
solares, desde Osiris hasta Júpiter y Mitra, celebraban sus cumpleaños.
Las celebraciones consistían en árboles de pino para Adonis, Saturno y
otros que representaban el calor del nuevo nacimiento del sol en forma de fuego
(La Rama Dorada,
página 471). En Babilonia el cumpleaños era de Tammuz, era celebrado en ésta
época del año con grandes fiestas, celebraciones y borracheras, igual que se
celebra hoy en día.
La vieja celebración se dispersó y llegó a ser una costumbre tan
arraigada en la Roma y Grecia paganas en los días de los bárbaros teutónicos,
como en las épocas remotas de la civilización egipcia y en todas partes este
período era siempre celebrado con fiestas y regocijo (Curiosidades de
Costumbres Populares, página 242).
Fue esta misma fiesta la que se tomó para la celebración del nacimiento
de Cristo y que ha llegado hasta la presente civilización.
Es algo conocido, que la mayoría de nuestra relación con la temporada de
navidad y las fiestas, es el de dar regalos y el sentimiento de amistad, lo
cual no es más que una herencia del festival de invierno romano procedente de
la saturnalia, que proviene del paganismo (La Herencia de Roma, página 242).
Tertuliano menciona la práctica de intercambiar regalos en esta
temporada como parte de la saturnalia romana. Cuando este festival fue adoptado
por la iglesia romana, también se adoptó esta costumbre.
No queremos extendernos mucho para tratar sobre todas las costumbres
navideñas como santa claus, y el comercio que se opera en esta temporada, pero
vemos que todo ello está falto de fundamento bíblico y claramente identifica
nuestras costumbres de hoy con las de la saturnalia de la Roma pagana.
Finalmente, para concluir con las costumbres de la temporada navideña
mencionaremos el árbol de Navidad. Una fábula babilónica decía que Semiramis,
la madre de Tammuz, afirmaba que durante una noche, un árbol verde se
desarrolló de un tronco muerto.
El tronco presuntamente representaba a su esposo muerto, Nímrod. Y el
árbol de pino llegó a ser el símbolo de que Nímrod había revivido en la persona
de Tammuz. La idea se propagó y se desarrolló tanto que muchas naciones tienen
sus propias leyendas de árboles sagrados.
Entre los druídas, los egipcios, los romanos, los cuales adornaban sus
árboles con cerezas rojas durante la saturnalia, también los escandinavos y
muchos más. Y al igual que otros ritos paganos, fueron absorbidos por el
cristianismo.
Así mismo lo fue el uso del árbol de navidad, el cual recapitula la idea
del culto con sus esferas brillantes en símbolo del sol y todas las
festividades del invierno pagano han sido incorporadas al día de la Navidad.
En no menos de diez referencias bíblicas, el árbol verde es asociado con
idolatría y culto falso. (Deuteronomio 12:2; 1 Reyes 14:23; 2 Reyes 16:4; 2
Reyes 17:10; Ezequiel 6:13), etc.
Naturalmente la gente de la época de Ezequiel, como lo indica el
contenido de este pasaje estaban haciendo realmente un ídolo del leño. No
quiere decir que en nuestros tiempos la gente ponga el árbol de navidad en sus
hogares o iglesias para adorar a un árbol. Lo que estoy diciendo es que el uso
del árbol de navidad es
claramente algo traído del paganismo en una forma modificada.
Pero cualquiera que sea la diferencia entre el viejo uso del árbol y las
costumbres del presente, nadie puede negar que las costumbres son cosas de los
hombres y Dios dice.
Finalmente citaremos al profeta Jeremías (10:3), donde dice: «Porque
las costumbres de los pueblos son vanidad…». Usted decide si obedece la
Biblia o sigue participando de una celebración a todas luces pagana, pero
disfrazada de cristianismo...
¿Es real el espíritu de la
Navidad?
La Leyenda del espíritu de la Navidad, es eso, una leyenda pagana y nada
más. La celebración de la llegada del espíritu de la Navidad es una tradición
de origen nórdico, que paulatinamente se introdujo en Venezuela. Esta
festividad toma la fecha del 21 de diciembre, día en que la Tierra entra en el
Solsticio de Invierno, es decir, cuando el planeta se encuentra en el punto más
lejano de su órbita respecto al sol; es la ocasión propicia para que, entre las
diez y unos minutos (según el año) el espíritu de la Navidad baje a la tierra y
visite a los hombres de buena voluntad.
Cuenta la leyenda que, hace uno ochenta y dos mil años, un ser de una
galaxia muy lejana llegó al planeta Tierra, específicamente en la zona que
actualmente se conoce como Escandinavia. Este individuo, caracterizado por una
contagiosa alegría, era un viajero errante que predicaba sus conocimientos
sobre la vida en otras galaxias. De contextura delgada, alto y apariencia
juvenil, del cuerpo de aquel ser trascendente se desprendían destellos
luminosos de color rojo y dorado. Estas emanaciones se transmutaban en oro y
piedras preciosas, las cuales eran recibidas por los pobladores como obsequios
de condensación de energía y no por una valía mercantil, inexistente en
aquellos tiempos inmemorables. Como todas las leyendas, esta maravillosa
historia esconde un trasfondo realista. El ahora conocido como el Maestro de la Natividad
fue un hombre muy bondadoso, característica que le mereció la inmortalidad en
una figura magnánima que, cada año, está dispuesta a dar millones de regalos.
Según esta historia irreal y mística que cobra incautos cada año, señala
que este supuesto espíritu desciende de forma etérea en todos los hogares que
le dan la bienvenida, recibimiento que se retribuye con abundancia, paz y amor
para los próximos doce meses. Según esta publicitada mentira la manera más
sencilla de recibir y celebrar la llegada del espíritu de la Navidad es con
sana alegría, acompañando ese sentimiento con la ignición de velas rojas,
doradas y violetas, siempre en números impares. La bienvenida se representa simbólicamente
con la apertura de todas las puertas y ventanas, además del uso de esencias de
mandarina en el hogar. Se hace todo un ritual similar a una sesión de
hechicería sazonada con Nueva Era donde se usan fragancias, velas, alimentos,
etc.
El único espíritu que llegó con el nacimiento de Cristo fue el Espíritu
Santo, quien junto al Hijo de Dios, Jesús y al Padre en su trono forman al Dios
trino. El Espíritu Santo fue el que vino sobre María para que concibiera de
manera milagrosa y sobrenatural. Es el Espíritu Santo el que viene sobre las vidas
que le abren no las ventadas para realizar un ritual pagano, sino al corazón
que se abre para que Jesucristo entre a la vida en la persona de ese Espíritu
lleno de amor, gracia y misericordia como lo es el Espíritu de Dios.
Debemos prestar atención a lo que dice la Biblia con respecto a los
espíritus engañadores que se disfrazan de ángeles de luz para engañar a la
humanidad y apartarla de Dios, llevándoles por cualquier viento de doctrina
ajena a la Palabra de Dios contenida en la Biblia. Es la Sagrada
Escritura que nos ordena probar a los espíritus, pues si éstos no reconocen que
Jesucristo vino en carne, murió en la cruz por la humanidad y resucitó al
tercer día desechémoslo porque no es de Dios.
¿Acaso glorifica a Cristo este supuesto espíritu de la Navidad?, por
supuesto que no, entonces tenga cuidado y no se deje engañar. No abra sus
ventanas ni invoque a ningún espíritu engañador disfrasado de la verdad que
sólo encarna Jesucristo.
La Arqueología y los Reyes Magos
En ocasiones algunos escépticos han usado la mención de los Magos de
Oriente para mofarse de la Biblia y el recuento bíblico del nacimiento de Jesús
alegando que los Magos no existieron y que sólo fueron fruto de la imaginación
vívida de los escritores de los libros bíblicos en los que se mencionan.
Pero... Los Magos de Oriente no son personajes creados por siglos de tradición
cristiana. Su existencia, además de quedar bien testificada en el Evangelio,
ahora es documentada por los descubrimientos arqueológicos.
Esta curiosa y extraordinaria revelación se encuentra contenida en una
tablilla, en la que se han acuñado caracteres cuneiformes. Se trata de un
auténtico documento astronómico y astrológico (entonces las dos disciplinas
eran hermanas gemelas) que revela la existencia de una conjunción de Júpiter y
Saturno en la constelación de Piscis en el año 7 antes de Cristo.
Los Evangelios enmarcan el nacimiento de Jesús en tiempos del censo del
imperio ordenado por César Augusto, cuando Quirino era gobernador de Siria, y
en los últimos años del rey Herodes, quien falleció el mes de marzo del año 4 a.C. Para los historiadores,
Jesús nació unos siete años antes del año «0». El evangelista Mateo (2:2) pone
en relación el evento de Belén con la aparición de una estrella particularmente
luminosa en el cielo de Palestina. Y es precisamente en este momento en el que
la tablilla de arcilla ofrece un testimonio particular.
Existen muchas hipótesis sobre la estrella que vieron los magos («magoi»
en griego era la palabra con que se denominaba a la casta de sacerdotes persas
y babilonios que se dedicaban al estudio de la astronomía y de la astrología) y
que les llevó a afrontar un viaje de unos mil kilómetros con el objetivo de
rendir homenaje a un recién nacido.
El 17 de diciembre de 1603, Johannes Kepler, astrónomo y matemático de
la corte del emperador Rodolfo II de Habsburgo, al observar con un modesto
telescopio desde el castillo de Praga el acercamiento de Júpiter y Saturno en
la constelación de Piscis, se preguntó por primera vez si el Evangelio no se
refería precisamente a ese mismo fenómeno. Hizo concienzudos cálculos hasta
descubrir que una conjunción de este tipo tuvo lugar en el año 7 a.C.
Recordó también que el famoso rabino y escritor Isaac Abravanel
(1437-1508) había hablado de un influjo extraordinario atribuido por los
astrólogos hebreos a aquel fenómeno: el Mesías tenía que aparecer durante una
conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis. Kepler habló en
sus libros de su descubrimiento, pero la hipótesis cayó en el olvido perdida
entre su inmenso legado astronómico. Faltaba una demostración científica clara.
Llegó en 1925, cuando el erudito alemán P. Schnabel descifró anotaciones
neobabilonias de escritura cuneiforme acuñadas en una tabla encontrada entre
las ruinas de un antiguo templo del sol, en la escuela de astrología de Sippar,
antigua ciudad que se encontraba en la confluencia del Tigris y el Eufrates, a
unos cien kilómetros al norte de Babilonia. La tablilla se encuentra ahora en
el Museo estatal de Berlín.
Entre los numerosos datos de observación astronómica sobre los dos
planetas, Schnabel encuentra en la tabla un dato sorprendente: la conjunción
entre Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis tiene lugar en el año 7 a.C., en tres ocasiones,
durante pocos meses: del 29 de mayo al 8 de junio; del 26 de septiembre al 6 de
octubre; del 5 al 15 de diciembre. Además, según los cálculos matemáticos, esta
triple conjunción se vio con gran claridad en la región del Mediterráneo.
Si este descubrimiento se identifica con la estrella de la Natividad de
la que habla el Evangelio de Mateo, el significado astrológico de las tres
conjunciones hace sumamente verosímil la decisión de los Magos de emprender un
largo viaje hasta Jerusalén para buscar al Mesías recién nacido.
Según explica el prestigioso catedrático de fenomenología de la religión
de la
Pontificia Universidad Gregoriana, Giovanni Magnani, autor
del libro «Jesús, constructor y maestro» («Gesú costruttore e maestro, Cittadella,
Asís, 1997), «en la antigua astrología, Júpiter era considerado como la
estrella del Príncipe del mundo y la constelación de Piscis como el signo del
final de los tiempos.
El planea Saturno era considerado en Oriente como la estrella de
Palestina. Cuando Júpiter se encuentra con Saturno en la constelación de
Piscis, significa que el Señor del final de los tiempos se aparecerá este año
en Palestina. Con esta expectativa llegan los Magos a Jerusalén, según el
Evangelio de Mateo 2:2». «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?
Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle», preguntan
los magos a los habitantes de Jerusalén y después a Herodes. La triple
conjunción de los dos planetas en la constelación de Piscis explica también la
aparición y la desaparición de la estrella, dato confirmado por el Evangelio.
La tercera conjunción de Júpiter y Saturno, unidos como si se tratara de
un gran astro, tuvo lugar del 5 al 15 de diciembre. En el crepúsculo, la
intensa luz podía verse al mirar hacia el Sur, de modo que los Magos de
Oriente, al caminar de Jerusalén a Belén, la tenían en frente. La estrella
parecía moverse, como explica el Evangelio según Mateo (2:9): «delante de
ellos».
En estos momentos, donde el descubrimiento de otro importantísimo dato
arqueológico que prueba la existencia de personajes como José, el esposo de
María, la madre de Jesús, además de uno de los hermanos carnales de Jesús - sí,
nacido del vientre de María - esta reciente revelación sobre la realidad
histórica de estos sucesos, nos deben hacer sentir a los creyentes muy
complacidos de que por fe hemos creído por tanto tiempo, pero ahora nuestra fe
ha sido confirmada. ¡Gloria a Dios en lo alto!
De ese modo quienes tratan de hallar alguna similitud entre el paganismo
y la religión cristiana, han querido dar una explicación bíblica al decir que
esta tradición de dar e intercambiar regalos tuvo su origen como un recuerdo
cuando los reyes magos llevaron regalos al niño nacido en Belén.
Hermanos, amigos, no eran ni santos, ni reyes, la Biblia los llama
magos, pero con una connotación no hacia el ocultismo, sino hacia la sabiduría,
pues eran los sabios. Los sabios no intercambiaron regalos entre ellos, sino
que dieron sus regalos a Jesús, el nacido Rey de los Judíos.
Era una costumbre oriental el presentar regalos al estar ante un Rey.
Pero estos no eran regalos de nacimiento. Cuando los sabios llegaron, fue mucho
después del nacimiento de Jesús, se calcula por datos bíblicos e históricos que
debió haber sido 2 años después de nacido nuestro Señor y no a unos días como
se celebra hoy en día cada 6 de enero.
Para ésta fecha Jesús ya vivía en su casa (Mateo 2:9-11). Y no en el establo.
Obviamente, los regalos de los sabios no eran regalos navideños.
He aquí otra celebración no bíblica y errada que se ha querido
cristianizar. Sepa usted la verdad y no participe de lo que al Señor no le
agrada.